Los grupos mayas peninsulares no han estado libres del influjo de la sociedad dominante. Durante las últimas décadas en el medio rural yucateco acontece un intenso proceso de desarrollo social y económico al que cada día se integran las comunidades más aisladas. En el Sur, por ejemplo, entre otros factores tenemos modernas carreteras que enlazan pequeñas localidades con las poblaciones mayores y éstas a su vez con Mérida, la capital. Los avances tecnológicos no se han hecho esperar: telefonía celular, sistemas de televisión por cable, servicios médicos privados especializados, telesecundarias en lugares más apartados, centros e institutos de educación tecnológica y la presencia cada vez mayor de turismo que visita la zona. Todo ello trastoca la vida social y cultural creando nuevas situaciones sin definición cultural y, al mismo tiempo, alteran los arreglos sociales que tradicionalmente garantizaban la trasmisión de las normas aceptadas de pensamiento y conducta.
A pesar de estos factores, una importante presencia de mayas yucatecos en los inicios del siglo XXI conserva viva su lengua1, costumbres, valores y prácticas. Pero ni la lengua maya, ni las costumbres, ni las prácticas de hoy son iguales a las de hace 25, 100 ó 500 años. Conservan una esencia de origen con un dinamismo pragmático que les hace omitir ciertos elementos y adueñarse de otros en un esquema de persistente movimiento. Hay pérdidas y ganancias de elementos secundarios, pero conservan lo primario, lo distintivo, lo diferencial. Ciertamente también existe el peligro del olvido, del extravío y del desplazamiento.
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